Cercanos a un nuevo Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, queremos compartir con ustedes desde Imaginaria la siguiente entrada.
Lecturas aptas para todo público
Si bien las prohibiciones se instalaron en todos los frentes, hubo un
espacio que el ojo del censor vigiló con firmeza: el de la literatura
infantil. Los militares se sentían en la obligación moral de preservar
a la niñez de aquellos libros que —a su entender— ponían en cuestión valores
sagrados como la familia, la religión o la patria. Gran parte de ese control
era ejercido a través de la escuela, tal como demuestran las instrucciones
de la "Operación Claridad" (firmadas por el jefe del Estado Mayor del
Ejército, Roberto Viola), ideadas para detectar y secuestrar bibliografía
marxista e identificar a los docentes que aconsejaban libros subversivos.
Las indicaciones incluían:
(1) Título del texto y la editorial.
(2) Materia y curso en el cual se lo utiliza.
(3) Establecimiento educativo en el que se lo detectó.
(4) Docente que lo impuso o aconsejó.
(5) De ser posible se agregará un ejemplar del texto. Caso contrario,
fotocopias de algunas páginas, en las que se evidencie su caracter subversivo.
(6) Cantidad aproximada de alumnos que lo emplean.
(7) Todo otro aspecto que se considere de interés.
Testimonios
La Torre de Cubos: Copias a mimeógrafo
"Del
análisis de la obra
La Torre de Cubos se desprenden graves falencias
tales como simbología confusa, cuestinamientos ideológicos-sociales, objetivos
no adecuados al hecho estético, ilimitada fantasía, carencia de estímulos
espirituales y trascendentes", sostiene la resolución N° 480 del Ministerio
de Cultura y Educación de Córdoba que prohíbe la obra de
Laura
Devetach. Entre otros argumentos se aduce que el libro critica "la
organización del trabajo, la propiedad privada y el principio de autoridad".
Los cuentos de la autora cordobesa hablaban de la vida cotidiana —los
padres que trabajan, las familias a las que no les alcanza la plata— en
una época en que la literatura infantil recién comenzaba a consolidarse.
Desarrollo que la dictadura intentó encorsetar. Hasta había palabras desaconsejadas
por el poder militar: calzado en lugar de alpargatas, por citar un ejemplo
recordado en un ensayo por Devetach.
"La Torre de Cubos se prohibió primero en la provincia de
Santa Fe, después siguió la provincia de Buenos Aires, Mendoza y la zona
del Sur, hasta que se hizo decreto nacional. A partir de ahí la pasé bastante
mal. Porque no se trataba de una cuestión de prestigio académico o de
que el libro estuviera o no en las librerías. Uno tenía un Falcon verde
en la puerta. Yo vivía en Córdoba y más de una vez tuve que dormir afuera.
Finalmente nos vinimos con mi marido a Buenos Aires en busca de trabajo
y anonimato. Durante todo ese período quise publicar y no pude."
"Maravillosamente el libro siguió circulando pero sin mi nombre: era
incluido en antologías, los maestros hacían copias a mimeógrafo y se los
daban para leer a los alumnos. Muchos lectores se me acercaron después
y me dijeron que habían leído mis cuentos en papeles sueltos, sin saber
de quién eran. Recuerdo varias Ferias del Libro en las que las maestras
me acercaban esas hojas mimeografiadas para que se las firmara."
"Me consta que en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Córdoba
muchos colegas y estudiantes hicieron denuncias con nombre y apellido
nada más que para ocupar el lugar de los destituidos. Yo, además, trabajaba
en un profesorado al que un colega entró como observador de mis clases.
Hizo ciertas objeciones y, para concluir, sacó de la biblioteca libros
de Cortázar, de Piaget, de gramática estructural y de matemática moderna."
"Tengo grabadas imágenes bastante alucinantes de los atardeceres en
la ciudad de Córdoba: gente que deambulaba por las calles con paquetitos,
con valijas donde llevaban los libros, cuando se iban a dormir de un lado
al otro. Parecían caracoles con sus caparazones a cuestas. Así era todo,
silencioso y sórdido."
Un elefante ocupa mucho espacio: Prohibidas las huelgas
En
1976,
Un elefante ocupa mucho espacio,
el libro de Elsa Bornemann, (fue elegido para integrar la Lista de Honor)
del Premio Internacional "Hans Christian Andersen", otorgado por International
Board on Books for Young People, con sede en Suiza. Un año después era
prohibido en la Argentina por relatar una huelga de animales. El decreto,
fechado el 13 de octubre de 1977, incluía también a
El nacimiento,
los niños y el amor, de
Agnés Rosenstiehl, editado —junto al de Bornemann—
por Librerías Fausto.
(Señalaba el decreto militar:) "En ambos casos se trata de cuentos destinados
al público infantil, con una finalidad de adoctrinamiento que resulta
preparatoria a la tarea de captación ideológica del accionar subversivo
(...)
De
su análisis surge una posición que agravia a la moral, a la Iglesia, a
la familia, al ser humano y a la sociedad que éste compone."
"A lo largo de seis meses no pude escribir. Superado ese lapso, compuse
la nouvelle titulada Bilembambudín o El último mago —publicada
enseguida por Editorial Fausto— y a partir de ahí continué con la escritura,
contra viento y marea. Pero la prohibición afectó particularmente mi relación
con la existencia. En especial, debido a la gran cantidad de personas
que decían apreciarme, quererme y que se borraron por completo a causa
del decreto militar. Por extensión arbitraria del mismo tuve vedado el
acceso a todo establecimiento de educación pública (de cualquier lugar
de la Argentina y de cualquier nivel) hasta que terminó la dictadura."
Elsa Bornemann, escritora.
La ultrabomba: Literatura sin prejuicios
Poco
antes del Golpe, el recién estrenado sello Rompan Filas, de Augusto Bianco,
había publicado dos libros infantiles que buscaban acercarse a los chicos
con adultez y sin prejuicios. En
El pueblo que
no quería ser gris, la gente se opone a la decisión del rey de
pintar todas las casas de un mismo color y empieza a teñirlas de rojo,
azul y blanco mientras que en
La ultrabomba, un piloto se niega
a cumplir la orden de arrojar una bomba. Ambos fueron prohibidos por el
decreto N° 1888, del 3 de septiembre de 1976.
El siguiente libro de la colección fue imposible venderlo y para el cuarto
les costó encontrar un lugar donde imprimirlo. Sólo aceptó una persona,
a condición de que su nombre no figurara en el colofón.
"Un día venía caminando por la calle Matienzo y vi que estaban haciendo
un allanamiento. Yo —de prepotente y de odio que tenía— miré fijo al militar.
El tipo me mandó un soldado con un arma que me abrió el bolso y encontró
tres libros. Me dijo: —Ahá, cuántos libros tenés vos, pibe. —Yo me había
olvidado que los llevaba, de lo contrario no hubiera mirado fijo al militar.
El soldadito se detuvo en una foto de Marx que aparecía en un catálogo
y en una del Che Guevara. —Qué cosas jodidas tenés, pibe —me encaró justo
cuando lo llamaron por el handy. —Esta vez zafaste, pero dejate de embromar
con esas cosas jodidas —repitió. Ese era el clima que se vivía: tener
un libro era peligroso."
Augusto Bianco, editor y traductor
SIC
(...)
3. NIVELES PREESCOLAR Y PRIMARIO
a. El accionar subversivo se desarrolla a través de maestros ideológicamente
captados que inciden sobre las mentes de los pequeños alumnos, fomentando
el desarrollo de ideas o conductas rebeldes, aptas para la acción que
se desarrollará en niveles superiores.
b. La comunicación se realiza en forma directa, a través de charlas
informales y mediante la lectura y comentario de cuentos tendenciosos
editados para tal fin. En este sentido se ha advertido en los últimos
tiempos una notoria ofensiva marxista en el área de la literatura infantil.
Subversión en el ámbito educativo (conozcamos a nuestro enemigo).
Ministerio de Cultura y Educación, Buenos Aires, 1977.
De la Flor: A disposición del Poder Ejecutivo
Cinco
dedos es un libro infantil -escrito en Berlín Occidental- en el que
una mano verde persigue a los dedos de una roja que, paa defenderse y
vencer, se une y forma un puño colorado. Publicado en la Argentina por
Ediciones de la Flor, el cuento fue prohibido el 8 de febrero de 1977
—según la fecha del Boletín Oficial— por tener "finalidad de adoctrinamiento
que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica, propia del
accionar subversivo".
La orden de censura fue transmitida por radio y, poco después, un decreto
disponía el arresto de los editores Daniel Divinsky y Kuki Miler, que
estuvieron 127 días detenidos a disposición del Poder Ejecutivo. Estaban
todavía en prisión cuando también fue prohibido
Ganarse la muerte,
de Griselda Gambaro, otro de los libros de su sello.
"Un ejemplar de Cinco dedos fue comprado por la esposa de
un coronel de Neuquén, que cuando vio el libro que tenían sus hijos se
horrorizó. Una de las cosas que le había molestado era que la mano derrotada
fuera verde, el color del uniforme de fajina del Ejército Nacional. De
ahí surgió la prohibición."
"En la Feria de Frankfurt de 1976 me encontré con Osvaldo Bayer,
quien me contó que un agente de la Side –que le debía un favor-
le avisó que dejara el país en 48 horas. Entre otras cosas argumentó que
en la Argentina se quería subvertir a los chicos, y para ejemplificarlo
le mostró un ejemplar de Cinco dedos. Bayer me dijo que tuviera
cuidado y yo pensé para mis adentros que, a lo sumo, no dejarían circular
el libro, pero que más de eso no iba a pasar."
"Con la restauración de la democracia presenté un recurso jerárquico
ante la Justicia para que se revocara la prohibición. Lo contesta, por
el Estado, el mismo abogado que había redactado el decreto de prohibición,
diciendo que el libro había sido censurado en virtud del Estado de Sitio
y que, como esa medida ya no regía, no hacía falta levantar la prohibición.
Habían llegado al disparate, al argumentar que el Estado de Sitio autoriza
también a prohibir libros, hecho que no está escrito en ningún lado."
"De los colegas editores nacionales no tuvimos ningún tipo de solidaridad.
Entre los escritores había empezado a circular una carta que nadie se
animó a firmar hasta que lo hizo Silvina Ocampo, insospechable de comunismo.
Y entonces algunos otros firmaron. El apoyo fue del exterior, capitaneado
por Rogelio García Lupo, que se instaló en la editorial y consiguió la
respuesta de distintas asociaciones de editores del extranjero. Salimos
del país gracias a una invitación de la Feria de Frankfurt, que si bien
se hacía varios meses después, puso a nuestra disposición pasajes para
que los usáramos cuando lo creyéramos conveniente. Salimos con esos pasajes
y pasamos gran parte del exilio en Venezuela."
Daniel Divinsky, responsable de Ediciones de la Flor
Centro Editor de América Latina: Libros que ardieron durante días
"Más libros para más" era la consigna del Centro Editor de América Latina,
Ceal, el sello fundado por Boris Spivacow que repartió cantidad y calidad
a través de colecciones memorables como
Capítulo,
Historia del
movimiento obrero,
Biblioteca Política Argentina,
La historia
popular,
Cuentos del Chiribitil,
Siglomundo,
Nueva
Enciclopedia del Mundo Joven y
Transformaciones, entre centenares
de entregas en fascículos o volúmenes económicos.
"El 30 de agosto de 1980 la policía bonaerense quemó en un baldío de
Sarandí un millón y medio de ejemplares del sello, retirados de los depósitos
por orden del juez federal de La Plata Héctor Gustavo de la Serna. Fueron
llevados a la fuerza dos testigos para que presenciaran y fotografiaran
la pira. El objetivo era demostrar que nadie se robaba libros. Para qué
andar con rodeos: lisa y llanamente se prendía fuego.
"Boris Spivacow salvó por milagro su vida. Pero el Ceal nunca pudo
reponerse de los golpes del Golpe."
"Al principio tuvimos mucho miedo; yo, cada vez que me iba para el
Ceal, le decía a mi vecina de arriba que si a determinada hora no volvía
se llevara a mis tres hijos a la casa de mi mamá. Pero, a la vez, nos
acostumbramos a trabajar en ese contexto de terror. El escritorio donde
yo me sentaba —por ejemplo— tenía un agujero, que fue dejado por el impacto
de una de las bombas que tiraron a la editorial, y yo apoyaba los papeles
al lado. De repente llamaban de un depósito, nos avisaban que había habido
un allanamiento y que venían para la redacción. Nosotros nos preparábamos,
tirábamos carpetas, escondíamos agendas en el jardín, incinerábamos papeles.
Les decíamos a los vecinos que íbamos a hacer un asado y quemábamos papeles
en la bañera, que quedaba negra del humo."
"También las bañeras de nuestras casas estaban negras. Yo rompí y
quemé muchos libros, y fue una de las cosas de las que nunca me pude recuperar.
Lo hacía y lloraba porque no quería que mis hijos me vieran, porque no
quería que lo contaran en la escuela, porque no quería que supieran que
su madre era capaz de romper libros... Porque sentía mucha vergüenza."
"Los libros del depósito de Sarandí ardieron durante tres días, algunos
habían estado apilados y se habían humedecido, así que no prendían bien.
La colección que yo dirigía, Nueva Enciclopedia del Mundo Joven (1),
fue quemada íntegra. Me acuerdo de que en uno de los fascículos, de historia
del feudalismo, había un príncipe que no se terminaba de quemar. El pobrecito
era un príncipe medio afeminado y lleno de flores que se resistía a la
hoguera."
"Simultáneamente, pasaban cosas tragicómicas. Una vez, por ejemplo,
llaman de un depósito y dicen: —Viene la policía —y cortan. Y nosotros
empezamos toda la movida. Al rato, vuelve a sonar el teléfono y nos avisan
que en realidad era un agente que había ido a comprar un libro de Alfonsina
Storni. Nosotros nos habíamos imaginado cualquier cosa, pero el pobre
tipo necesitaba unos poemas para que la hija llevara a la escuela.
"Más allá de lo que ocurría, nosotros siempre organizábamos fiestas.
Festejábamos las fiestas patrias con chocolate, con torta, con carpetitas,
tazas, cucharitas... todo. Era nuestro modo de mantener la dignidad, a
pesar de los embates."
(1)
Nota de Imaginaria (16/4/2001):
Con posterioridad a la publicación de esta página, Graciela
Cabal no escribió rectificando la información: "(..)
Por una confusión de la persona que me entrevistó, Judith Gociol (con
quien ya hablé), aparecí como directora de una publicación que formó parte
de los libros quemados: Nueva Enciclopedia del Mundo Joven, del Centro
Editor de América Latina. Pues no: yo era la secretaria de redacción de
esa magnífica enciclopedia, y la directora era la profesora Amanda Toubes
(con quien también aclaré ese tema)."